Ciegos: desde niños
A la sombra de la educación
Claudia Adita Ruiz / Karla Ruiz Navarro
La oscuridad de los ciegos sólo está en sus ojos. Son personas talentosas como cualquiera: profesionistas, artistas, intelectuales y por supuesto maestros. También, como cualquiera, tienen sus sueños rotos por las necesidades económicas que imponen los tiempos actuales y que los obliga a buscar actividades indistintas, a capacitarse en un oficio o reunirse en grupos para subsistir.
Discriminación es la palabra constante en su vocabulario, pues muchas veces son excluidos de sus propias familias, la mayoría no tiene acceso a una educación profesional; si acaso, concluirán el nivel básico y de ahí, a sumarse a las cifras negras del desempleo.
El magisterio no siempre tiene la culpa. Es la reticencia gubernamental que no acepta su falta de propuestas para otorgar capacitación y educación digna e incluyente. El ejemplo en dos líneas: el promedio de escolaridad que tienen las personas con alguna discapacidad en nuestro país es de tercer grado de primaria. Además, el 35 por ciento no tiene instrucción alguna.
Por otro lado, datos de la Secretaría de Educación Pública refieren que hasta 2002, las instancias estatales de educación especial prestaron atención a más de 500 mil estudiantes, de los cuales una quinta parte (112 mil) presentaban alguna discapacidad.
En ese mismo periodo en las escuelas de educación inicial y básica se inscribieron 381 mil alumnos con alguna limitante física.
Según el censo del año 2000, en México más de 460 mil personas padecen ceguera. Sin embargo, tampoco las cifras son confiables. “No creemos que sea la cifra real, la gente aún no sabe cómo clasificar la discapacidad y quedan fuera del conteo muchas personas.
“Las cifras están fallando y sin datos reales no podemos dar atención al problema”, señala Amalia Gamio Ríos representante del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Pero hablando del acceso a la educación tampoco hay datos claros. Datos del V Informe de Gobierno indican que sólo el uno por ciento de las personas ciegas (4 mil 624) asisten a un centro donde se atiende con educación especial, pero no se especifica la edad ni el tipo de atención que reciben.
En entrevista Amalia Gamio pone el dedo en la llaga: “El panorama de la educación especial todavía es muy triste en nuestro país y en general en toda América Latina. Si hay un área donde se manifiesta de manera más grave la discriminación contra los ciegos o sordos, es en su exclusión de la educación”.
La representante de este organismo autónomo manifiesta que a pesar que la Constitución mexicana ordena que ningún niño debe quedar fuera de la escuela, esto no se cumple gracias a la ignorancia de autoridades educativas y la misma sociedad que todavía evita la inclusión de los niños ciegos en escuelas regulares.
“Hay corrientes pedagógicas que refieren que las personas con discapacidad tienen su propia cultura y que deben crecer dentro de ella; por otro lado, están quienes trabajan para que los niños ciegos y sordos asistan a escuelas regulares. Sin embargo, para lograrlo debe haber aporte de las autoridades en los programas de estudio, pero sobre todo, flexibilidad por parte de los maestros”.
La educación no espera
Hay casos, dice Gamio Ríos, en que los maestros no aceptan a un niño con discapacidad porque no cuentan con las herramientas técnicas adecuadas para atenderlo, o piensan que por instruirlos en particular van a descuidar a los demás y se atrasarán en los contenidos de los planes académicos.
Para cerrar la brecha educativa, lo ideal sería que los maestros contaran con las condiciones y capacitación adecuada para atender a este sector, pero la funcionaria considera que “si nos esperamos a ello tendrían que pasar 30 años y no le podemos decir a un niño de ocho años que espere para ello tres décadas”.
El papel del maestro para la atención en este tipo de casos es crucial. A pesar de no contar con la capacitación suficiente, el Conapred sugiere que los mentores deben ser incluyentes, hacer la tarea que saben ejercer, que es la de educar, adaptar sus condiciones a las necesidades de los niños ciegos; utilizar su imaginación para resolver los requerimientos físicos como materiales didácticos y exigir que la Secretaría de Educación Pública otorgue más apoyo a través de maestros especiales que les brinden continua asesoría.
Como ejemplo sugiere seguir técnicas ya practicadas. “En otras naciones los compañeros de los estudiantes discapacitados trabajan como monitores, es decir, aprenden su lenguaje para ayudarles a comunicarse, los acompañan y ayudan en sus tareas escolares. Son los niños más adelantados quienes hacen esta labor sin que por ello se les quite tiempo de estudio o trabajo escolar”.
Ante el posible argumento de que en caso de que se atiende a un niño con discapacidad se corre el riesgo de que los demás se atrasen, Amalia Gamio considera: “se pueden atrasar en geografía, matemáticas, español, pero van a adelantarse en el respeto a la igualdad y valores humano”. Lo mejor, dice, es que los maestros y alumnos le permitirán a un niño, que es como ellos, tener acceso a una educación y mejora profesional.
“Se habla de que todos los niños de este país deben tener una computadora, ¿y qué pasa con los ciegos? Con un lector de pantalla también pueden tener su computadora. Pero como no hay dinero para comprar estos lectores entonces ellos se quedan fuera”, lamenta Gamio.
Estas técnicas no son novedosas, países como Cuba se muestran una vez más como ejemplo a seguir. “En la isla el Ministerio de Educación tiene un grupo de maestros especiales que se dedican a atender a los niños con discapacidad, no a todos al mismo tiempo ni en todas las aulas. Van a las escuelas que los demandan cuando tienen un caso especial, capacitan, y así todos los niños son atendidos. Los maestros están cuando se les necesita y son suficientes”.
Como trenecito
La forma peculiar en que se mueven llama la atención de los transeúntes. Los ciegos, regularmente caminan en trenecito, uno ligado al otro; ese parece ser el símbolo de su solidaridad ante una sociedad más ciega que ellos.
Decididos a conquistar el mundo, suben y andan por el metro, en los cruceros y hasta en ese molesto metrobús que, a algún gobernante sureño se le ocurrió para conquistar votos pero que se le olvidó poner señalamientos en Braile. No importa, el deseo por el estudio los hace mover desde la Biblioteca México José Vasconcelos en La Ciudadela, hasta Ciudad Universitaria.
Rodrigo Arturo Hernández Sosa no se inmuta ante la grabadora, es más, él mismo piensa que algún día también realizará entrevistas y redactará para algún medio de comunicación.
A pesar de que su nervio óptico está atrofiado y que por ello perdió la vista, Rodrigo dice que esto “es una circunstancia de la vida, y no por eso lo deben discriminar”.
Alumno de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, en donde estudia la carrera de ciencias de la comunicación, cuenta que todos los días exhorta a la gente para que sea incluyente, y por ello trabaja para convencerlos de que todos los ciegos son personas normales.
Sólo hace una recomendación para los ciegos: “pierdan la vergüenza del ‘qué va a decir la gente porque estoy ciego’, esto es sólo una circunstancia, no una deficiencia”.
Rodrigo comenzó sus terapias de estimulación temprana y de lenguaje a un año de su nacimiento, y a los tres ya dominaba el bastón. Asistió al Instituto Nacional para la Rehabilitación de Niños Ciegos y Débiles Visuales que depende de la SEP. Ahí, al igual que los 120 alumnos que regularmente atiende el instituto, estudió preescolar y la primaria hasta cuarto año. Los siguientes niveles los cursó en una escuela regular.
Con base en esa experiencia, dijo que la supuesta inclusión de los discapacitados en la educación es sólo un disfraz ante la discriminación que hay en nuestro país.
Describe las muchas deficiencias que hay en la educación, pues señala, “no hay maestros en las escuelas públicas que estén capacitados para tener alumnos ciegos, sordomudos o con cualquier otra discapacidad y son temas que las autoridades nunca han tomado en serio”.
Por ello, asegura que hay un profundo vacío en la educación aunado a que nuestra sociedad discrimina; él mismo es blanco de comentarios, murmuraciones gracias a su discapacidad.
Rodrigo es parte de ese selecto grupo de discapacitados que logra estudiar más allá del nivel básico. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) reporta que sólo 9 de cada cien discapacitados en el país tienen estudios arriba de la básica, es decir, de nivel medio superior y superior, lo que demuestra que el problema también es competencia de las instituciones de bachillerato y universidades públicas o privadas.
Al finalizar el periodo escolar 2003-2004, la Secretaría de Educación reportaba 72 escuelas de educación especial, 28 menos que al inicio del sexenio del presidente Vicente Fox. No obstante, estos, como los otros centros donde se atiende a personas con alguna discapacidad, sólo abarcan educación primaria.
Se recomienda que después de esto, los niños se incorporen a una escuela secundaria regular, sin embargo, los problemas se repiten, pues tanto los profesores de primaria como de secundaria no cuentan con la capacitación adecuada para recibirlos.
Con estos antecedentes, Amalia Gamio es contundente: “La SEP no está haciendo lo suficiente para atender este tipo de educación, hace un esfuerzo pero no lo suficiente”.
Muestra de lo anterior, es que en menos de tres años desapareció la Dirección de Educación Especial y en su lugar se instaló el Programa Nacional de Fortalecimiento de la Educación Especial y de la Integración Educativa. “Un programa que depende de otro programa que es Escuelas de Calidad, es decir, pasó de ser dirección a sólo un programa sin presupuesto propio”.
Añade que a pesar de que el gobierno federal cuenta con los Centros de Atención Múltiple (CAM) y las Unidades de Apoyo para la Integración Educativa, estos centros son insuficientes y no dan más apoyo a las escuelas ordinarias que cuentan con algún niño con las características referidas.
El número de escuelas atendidas es quizá el dato más importante acerca de la cobertura de la educación especial, sobre todo si se trata de atender a los niños con discapacidad bajo los principios de la integración educativa. Así, sólo 8 por ciento de las escuelas de educación inicial y básica reciben algún apoyo de los servicios de educación especial.
No obstante, nadie está libre de culpa, ya que a pesar que hay instituciones creadas ex profeso para promover la inclusión de los niños a la educación, la Conapred ha recibido quejas de familiares y niños con discapacidad que fueron discriminados en los mismos CAM atendidos por la SEP. (Quejas que la propia Comisión ha sido renuente para hacerlas públicas)
Lo ideal –dice— es que se tenga un profesor especial para cada niño con discapacidad, pero el país no tiene el dinero suficiente para hacerlo. Además, “hay una normal de especialización, pero muchas veces los egresados de esa institución no trabajan como maestros en un aula, sino dando terapias auditiva o en Braile, porque hay una confusión entre terapia y escuela”.
En su caso los ciegos no sólo sufren discriminación para recibir educación, sino también para impartirla. “Hay pocos maestros sordos y ciegos, la SEP no entiende que ellos pueden dar clases a niños con su misma discapacidad para integrarlos en su mismo ambiente”.
Al día de hoy, no se tienen cifras exactas sobre el número de maestros con discapacidad visual que estén dando clases. Sólo se sabe, a través de datos oficiales, que 2 de cada cien discapacitados, prestan sus servicios como trabajador de la educación.
Despreciados por el Teletón
No hay mejor antídoto para los discursos demagógicos que la realidad de un niño discapacitado. Marisa Ortuño Muñoz tiene dos hijos que perdieron la vista. Ambos han sufrido discriminación, no sólo por parte de instituciones como la Iglesia, sino de programas que se dicen apoyan a discapacitados como el Teletón.
“Para el Teletón, lo mismo que para mucha gente, un niño ciego no tiene discapacidad y por eso no se incluye en sus programas de rehabilitación. Pareciera que la discapacidad sólo anda en una silla de ruedas”, comentó Marisa Ortuño.
Giovanni, el mayor, va en sexto año y toca varios instrumentos como la batería, piano, teclado, guitarra, clarinete, mandolina y además canta. Quiere ser bombero, soldado, abogado, en fin, tiene tiempo para soñar. Mientras que el interés de su hermano Johan, que va en tercero, por el momento sólo es el juego.
Con 53 años de servicio —que cumplirá el 1 de marzo próximo— el Instituto Nacional para la Rehabilitación de Niños Ciegos y Débiles Visuales atiende a un centenar de niños que como los hermanos Ortuño, tienen discapacidad visual y requieren educación inicial, primaria o especial.
En una jornada que inicia a las 8 de la mañana, los alumnos reciben instrucción en las aulas, pero también se incluyen en algún taller de manualidades, computación o música.
Guadalupe Bárcenas es la directora de la institución, y habla sobre su trabajo: “Contamos con apoyos adicionales que quizá otras escuelas no tienen. Estos talleres se llevan desde primer grado dependiendo de las habilidades de cada alumno, pues hasta los niños de preescolar participan en la estudiantina”.
La instrucción no sólo se da en las aulas, pues a través de una maestra itinerante dan seguimiento pedagógico a niños ciegos que están en escuela regular. “Tenemos 97 niños integrados en los tres niveles, preescolar, primaria y secundaria”, aseveró la directora, quien agrega que las maestras otorgan atención y asesoría, tanto al maestro frente al grupo, a la escuela y a los padres de familia.
Este sistema se da en respuesta a las escuelas de todas las delegaciones, las maestras además van también a las escuelas de zonas. “Muchos son jóvenes que estuvieron en nuestro centro, se integraron a la escuela regular y nosotros le damos seguimiento”, comentó la profesora Guadalupe.
La escuela tiene grandes espacios, los pasillos y las escaleras son acorde a las necesidades de los alumnos. Al visitante le sorprende ver que los niños caminan sin ayuda del bastón; corren, juegan, sonríen y asisten puntualmente a sus clases saludando a quienes se encuentran al paso, sin más apoyo que sus manos y un bien desarrollado sentido del oído.
Guadalupe Bárcenas afirmó que a través de los Centros de Atención Múltiple (CAM) —como este— que dependen de la SEP, se atiende a un 90 por ciento de las escuelas regulares donde hay jóvenes que tienen discapacidad visual.
Asegura que actualmente los maestros regulares ya no niegan la entrada al aula a los niños que tienen alguna discapacidad, y si algún profesor se enfrenta a un caso de ceguera, pueden acercarse a esta institución.
En cuanto a nivel de educación básica, “el instituto es la única dependencia que atiende oficialmente a los niños ciegos, a través de 42 maestros, incluidos los del sistema itinerante y de taller”.
Un reto profesional
Estela Araujo Mata, es profesora del instituto desde 1992. Antes de especializarse fue maestra de una escuela regular y conoce de las condiciones que vive un docente ante un niño ciego. “Como maestros tenemos la responsabilidad de apoyar en su desarrollo integral y en su acceso a los contenidos curriculares, dependiendo de su edad.
“Hay que dirigirse a ellos por su nombre, tener en cuenta el contacto físico para saber a quién nos estamos dirigiendo y ser muy precisos y específicos al momento de hablarles”, recomendó.
Araujo Mata, habló también de aquellos maestros ciegos que imparten clases. “Para ser maestros la ventaja es la capacidad profesional, no la discapacidad visual, se debe tener por igual una preparación, dedicación y profesionalismo para trabajar”.
Mencionó que como apoyo, los programas de estudio de las escuelas normales incluyen instrucción sobre cómo atender a un discapacitado.
Aunque también reconoció que el reto está en las aulas. “Es necesario tener el material adecuado para explicarles los contenidos curriculares de acuerdo a su capacidad. No podemos utilizar mapas con contenido completamente visual, hay que buscar las herramientas adecuadas”.
Y advirtió que desde su experiencia, la enseñanza primaria es más fácil de atender que secundaria, “sobre todo porque en esta última, están retos como el de explicar las fórmulas químicas o matemáticas, todo hay que interpretarlo en su lenguaje y eso cuesta un poco más”.
Lo importante, coincidieron las entrevistadas, es que los niños ciegos deben tener atención en su educación. “Si a un niño ciego no se le atiende, se quedan en su mundo, se alejan de la realidad y lamentablemente, todavía hay gente que los mantiene encerrados”, señaló la señora Marisa Ortuño.
Y añadió: “Los niños ciegos tienen derechos, pero también obligaciones, deben respetar para ser respetados, deben aceptar su discapacidad y querer a su persona, en eso donde los padres y maestros, debemos ayudarles”.
Encerrados en el desempleo
Cuando la señora Marisa Ortuño supo que sus hijos tenían ceguera, lo primero que pensó fue en educarlos para que no terminaran trabajando como vagoneros en el metro. Aunque difícil, esta es la realidad que viven la mayoría de los ciegos en nuestro país.
“Quienes no estudian, se unen al ejército de desempleados, cómo va a ver empleo para estas personas que no tienen una preparación académica, si ni los profesionistas lo consiguen”, aseguró Amalia Gamio, coordinadora del Programa para la Defensa de los Derechos y la Dignidad de las Personas con Discapacidad, que pertenece al Conapred.
A pesar de que nuestro país firmó el acuerdo 159 de la Organización Internacional del Trabajo que demanda dar capacitación para conseguir empleo a todas las personas, esto se incumple. “Para los ciegos, esta tarea la realizan los Colegios Nacionales de Educación Profesional y los Centros de Capacitación, pero creo que se están haciendo más esfuerzos ahí, que para incorporarlos en las escuelas regulares”, dijo la funcionaria, quien agregó, “es loable pero, no por sufrir una discapacidad se deben encerrar en un oficio”.
Datos del INEGI señalan que las personas con capacidades distintas, sólo 2 de cada cien cuenta con una profesión, mientras que el 23 por ciento se dedica a actividades agropecuarias y el 17 por ciento es obrero o artesano. Además, las mismas cifras refieren que el 13 por ciento de los que trabajan no perciben salario alguno. |
Año 4 Num. 45 Fecha de publicación: Febrero de 2006 |