Maestra gris
En la pobre escuelita del suburbio
donde asisten misérrimos alumnos,
niños de risa triste y pies desnudos,
se oye la voz, que es un lejano arrullo,
de una maestra suave como el musgo.
Despierta al alba y al claror confuso
del día, eleva siempre el ruego suyo:
—Ya sabes por qué brego y por qué lucho;
en afán de enseñar yo me consumo.
Haz tú, Señor, que mi lección dé fruto
Y no se vuelvan mis palabras humo.
Era delgada y fina como un junco;
fea, insignificante, el cuerpo mustio;
fin familia ni hogar; los ojos húmedos;
nadie escuchaba su llorar nocturno,
ni alentaba su paso en el crepúsculo.
Iba calladamente por el mundo,
sola, abnegada, sin laurel de triunfo;
hormiga envejecida en el estudio.
Su voz fue un hilo de agua y un susurro,
luego fuente y después, raudal fecundo.
Siempre enseñar era su sueño, ¡el único!
De románticos besos nunca supo
y el claro jardín del plenilunio
no palpitó su corazón a dúo.
Era su vida cual vacío búcaro
en el que no brillaron en tumulto
rosas carnales de matiz purpúreo.
Nadie la amó y un hijo nunca tuvo;
pero estéril no fue, pues ella pudo
cernir la luz, en el abierto surco
del más humilde corazón obscuro.
Maestra gris, ya te ha llegado el turno
de ir a donde te den el pago justo.
¡Qué importa que por ti no lleven luto,
ni haya una rosa blanca en tu sepulcro,
y aquel discípulo, que fue tu orgullo,
no conserve de ti recuerdo alguno,
si dejaste en su mente un rastro fúlgido
y a su alma diste el inicial impulso
para lanzarse a conquistar el mundo!
¡Has cumplido un deber santo y profundo!
No fue inútil tu vida de infortunio;
tu tierno y fino laboral oculto
alguna vez reventará en capullos,
y en la milpa arderán jilotes rubios,
y en el verde pomar soles maduros.
¡No hay matorrales en el monte bruto;
ya entró el arado en los terrones duros;
ya es dócil barro pensamiento rudo!
¡Maestra gris, has hecho hombres futuros:
un haz de anhelos nuevos y de rumbos!
Manuel Michaus Marroquín
Para el pórtico de una escuela
(Fragmento)
En este plantel no cruce los umbrales
quien venga aquí con fines comerciales;
quien venga por cumplir, o por rutina,
o por ganar tan sólo su jornal,
y no comprenda la misión divina
que es el noble ejercicio de enseñar.
El profesor que a su trabajo no ama
el lacio, o de indolente caminar
que nunca ha ardido en la sagrada llama,
que devuelva sus pasos hacia atrás.
No cunde una labor sin alegría.
Siempre estéril será el trabajo nuestro
sin amor, sin calor, sin fantasía;
debe traer al aula el que es maestro
un entusiasmo nuevo cada día.
Manuel Michaus Marroquín
Manuel Michaus Marroquín
Poeta y músico mexicano contemporáneo, nacido en Querétaro, autor de México Melodioso y Poemas Alucinantes (libros de versos), además compilador de El Galano Arte de Leer, una selección de lecturas literarias para educación básica. Compuso gran cantidad de melodías, ritmos y letras para canciones infantiles de jardines de niños, de música y letra de otras muchas canciones inéditas; ganador de la Flor Natural en los juegos Florales de Querétaro en 1956, y profesor de teatro, lengua y literatura castellanas, en la Escuela Nacional para Maestros. |
Año 4 Num. 45 Fecha de publicación: Febrero de 2006 |