Del mortala
1
La Santísima Trinidad del murciélago
me habla de ti cuando dices mi niño
y el infante oscuro es la nube
y es el placer de cuando el mundo
se mete en los ojos
y mueves alas dentro de mi cabeza
y eres madre y espada
y el fuego son las abejas
que le nacen al recuerdo en sus dos filos
y yo con mis ocho años al cuello
y tú encargada de empujarme al vivo
donde los campanarios del sol
murmuran desiertos
y el viento juega con banderas picadas
sobre una plaza en mexicanos
y el niño que siempre seré corre
contento tras de ti y de tu abrazo
para que no me sueltes nunca
ni hagas de la ausencia mi más feroz abrigo.
2
No mueras lejos de mí
no dejes a nuestras cabezas
ser dos lágrimas imposibles
ni que desenreden nuestros alientos.
Deja a tu voz morir en mi boca.
Y a mis ojos ser la transparente parca
para mirar el cielo de lo lejos.
Que tu nombre sea un vivo dentro de mi
nombre.
Que tu mano sea la flor carnívora del sueño.
Y la memoria el gigante cruel que nunca
muere hasta que muero y después
no mueras lejos de mí
sin antes desearlo todo.
3
Terriblemente débiles
desabotonamos la piel para el futuro
unimos sombras largas
con el cáncer de las paredes
y hacemos del grito un sudor
para curarse con un beso.
Extrañamente débiles
buscamos el cuerpo en el cuerpo del
otro
los restos del clamor perdido
confines de la flor en su aroma
y la calle que desemboca en tu abismo.
Humanamente débiles
hacemos de la vida lo correcto
y lo correcto es abrirnos en canal
para que escape la sangre a borbotones
con todo su silencio.
Marco Fonz de Tanya
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Tomado del libro Oír cáscara amarga de reciente
aparición en editorial Andrógino en coedición de
Versodestierro.
Año 4 Num. 45 Fecha de publicación: Febrero de 2006 |