La falta de educación cívica crea un voto sin reflexión
José García Sánchez
El probable triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del 2 de julio, es producto de factores sociales en los que mucho tuvo que ver la derecha.
Podríamos decir, que el PAN y el PRI crearon las condiciones adecuadas para darle la victoria electoral de la Presidencia de la República al PRD. Ahora no pueden quejarse de haber creado un líder que se les enfrente.
Los setenta años en el poder del PRI y los últimos cinco del PAN, apostaron por la ignorancia de los mexicanos para gobernar tranquilos. Salvo honrosas excepciones, como la de los primeros periodos postrevolucionarios, y durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, quien dio un auge bien intencionado a la educación en el país, los demás no se preocuparon por la educación.
Si bien los mexicanos dirigen sus simpatías hacia Andrés Manuel López Obrador, no desconocen que se trata de un líder carismático, pero que al ser denominado populista le resta atributos que sin duda tiene, al igual que otros candidatos y que la gente no advierte porque no es lo fuerte ni lo sustancial de sus discursos.
Aquí debemos detenernos a ver que por sí solo el ser populista no es un insulto, ni tiene lo que de negativo le quieren endilgar los enemigos de López Obrador, quienes sólo muestran ignorancia sobre lo que en realidad es el populismo. (Para ello se recomienda leer libros al respecto del pensador brasileño, Octavio Ianni, entre otros analistas).
Estudiar el populismo requiere de un bagaje intelectual extenso y una visión metodológica profunda; incluyendo lo anterior, no es fácil utilizarlo como adjetivo y menos aún con la ligereza con la que lo utilizan ahora en México desde los partidos y desde los medios, intento frustrado de descalificación.
Incluso el propio Presidente de la República y algunos miembros del gabinete lo emplean de una manera irresponsable, por decir lo menos.
Ante esta situación podría decirse que el triunfo de un líder con las características de Andrés Manuel López Obrador, es la falta de conocimiento político y no porque su candidatura implique una convocatoria a los ignorantes como simplistamente podría interpretarse, sino por las características de su auge como líder y las circunstancias que envuelven el posible voto a su favor.
Finalmente las simpatías que se muestran por Andrés Manuel no forman parte de una convicción producto de la conciencia y el convencimiento, sino de la postura que enfrenta, como cuando los fanáticos al futbol quieren ir al estadio para ver a perder a un equipo determinado. Así de sencillo se ha arraigado en el ánimo de muchos mexicanos la intención del voto a favor del candidato del PRD.
Este caldo de cultivo fue propiciado por un problema grave: el propósito del poder para impartir una mala educación de los mexicanos.
El propio Emilio Azcárraga Milmo aseguró hace años, que en Televisa se elaboraba entretenimiento para los “jodidos”, pero no para que salieran de esa “jodidez”.
Resulta por demás contradictorio el hecho de que los profesores, cuyo sindicato se ha convertido en las bases sociales de un nuevo partido político no hayan politizado a los alumnos, que hayan relegado el conocimiento social y la conciencia política en los alumnos.
De hecho la simple posibilidad de que los maestros les hablaran de política a los alumnos estuvo prohibido y los padres de familia lo veían con malos ojos. Algunos de esos padres de familia preferían que les hablaran de religión.
Pero el aparato de poder en su conjunto se encargó de hacer el resto. La televisión se convirtió en el maestro adjunto —y a veces en el titular— de millones de niños mexicanos, a pesar de que ésta tiene un retraso de más de cuarenta años comparado con la media continental; esto quiere decir que tenemos una televisión con niveles inferiores a los de países como Nicaragua o El Salvador.
Las evaluaciones internacionales sobre los niveles educativos de México son alarmantes, sobre todo en las ciencias exactas, en cuanto a las humanidades si no fuera por las universidades públicas que ponderan estos conocimientos estaríamos peor, aún así existe un retraso importante en este aspecto, cuya solución han dejado al margen las escuelas privadas donde todo es técnica, computadoras, desarrollo y conocimientos mercantilistas.
Así la educación produce el candidato triunfador y esto no deben desconocerlo en los círculos ilustrados de la derecha y la izquierda, los partidos políticos, incluso del empresariado, de ahí que hayan colocado en partidos como el PAN a alguien como Felipe Calderón con un discurso simplista, llano, sin fondo, y que sólo habla de su contrincante para poder existir política y socialmente.
La aprobación de la Ley de Radio y Televisión arrojará más líderes que activen simpatías de la gente poco preparada; con esto no quiero decir que la ignorancia caracteriza a quienes apoyan a López Obrador, sino que es la ignorancia la que motiva, en muchos casos, la ferviente admiración como líder de un candidato al que debe conducírsele desde ahora hacia la transformación del país.
Su propuesta no es mala, de hecho podría decirse que es de las pocas campañas sustanciales que existen ahora.
Sin embargo, no es posible dejar de advertir que la ignorancia, sobre todo el desconocimiento de la historia y de la política, propician que se adopten simpatías sin reflexión de por medio.
En México la educación está tan devaluada que los profesores debieron crear un sindicato fuerte y posteriormente un partido político para poder ser tomados en cuenta como se debe.
En países donde el pensamiento tiene preponderancia y es motor de su desarrollo como Alemania, los profesores tienen un lugar privilegiado en la sociedad. En México los profesores tienen una responsabilidad trascendente, pero pocos, muy pocos lo toman en cuenta.
Año 4 Num. 47 Fecha de publicación: Abril de 2006 |