EDITORIAL
Mire la calle
¿Cómo puede usted ser
indiferente a ese gran río
de huesos, a ese gran río
de sueños, a ese gran río
de sangre, a ese gran río?
Nicolás Guillén
LA MUERTE DE UN ESTUDIANTE
Millones de mexicanos, hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños han cambiado sus hogares y sus familias por un empleo en Estados Unidos. Se han separado paradójicamente de sus seres queridos porque desean vivir mejor.
En su país México, no hay suficientes empleos y la miseria económica los desesperó orillándolos a una amarga aventura, miles de ellos murieron en el intento, los que pudieron cruzar la frontera viven hoy acosados por las autoridades migratorias y por la corrupción disfrazada de justicia, como esclavos del siglo XXI. El sueño es, obtener un bien económico para sus familias, que no siempre se logra.
Las recientes manifestaciones multitudinarias de inmigrantes (mayoritariamente mexicanos) en trece de las principales ciudades de la Unión Americana, son un río de voces contra la injusticia, un eco heredado por Martin Luther King para combatir el racismo .
Son también una lucha por la reivindicación y la dignidad de millones de trabajadores que piden no ser tratados como criminales, ni como terroristas, pues su único delito es trabajar, producir y contribuir a la economía de la nación más poderosa del mundo ¡vaya delito!
Sociológicamente la migración tiene una relación directa con el ámbito educativo, pues la gran mayoría de nuestros hermanos mexicanos se arriesgan en todo porque desean que sus hijos tengan acceso a un mejor nivel de vida, proveen de recursos a sus familiares para adquirir una mejor educación y no pocos de ellos, sueñan para que sus descendientes estudien para no llegar al extremo que ellos han llegado, al arriesgar familia, amigos, hogar, país y hasta la propia vida en aras de algún salario.
Las voces que justifican: “No me quedó de otra, tengo chiquillos en la escuela y no hay trabajo en México”; “mis hijos ya van a entrar a la prepa y luego a la superior, a la universidad pues, y los gastos son muchos, no hay jale en México”; “ya no tenía otra puerta que abrir, no hay trabajo y mis chavos están en la secundaria, ya no me alcanzaba el dinero”. Estas son expresiones comunes entre los mexicanos que llegan a trabajar a Estados Unidos.
En el trayecto al cruzar las zonas fronterizas nuestros paisanos se exponen a todo, 400 de ellos mueren al año, otros son abandonados y timados por los propios polleros, y los que llegan están expuestos a todo, incluso a ser víctimas de las armas asesinas de racistas que disparan contra mexicanos como si se tratara de un deporte. Este hecho no es secreto para las autoridades estadounidenses, ni para los organismos internacionales de derechos humanos.
Los millones de manifestantes y activistas pro migrantes que participaron por la defensa de sus derechos en las marchas de marzo, también están convocando a una manifestación de protesta contra las políticas racistas para el 1 de mayo proponiendo un boicot para que no se consuma ningún producto norteamericano, y al mismo tiempo, ese día internacional del trabajo se manifieste el repudio a la ley antiemigrantes propuesta por los grupos derechistas y conservadores.
Porque hay grupos que alimentan el sucio espíritu de represión contra los trabajadores “ilegales” y para desenmascararlos; tres días después de las manifestaciones Anthony Soltero se quitó la vida, tenía apenas 14 años y el adolescente se suicidó presumiblemente porque fue amenazado por las autoridades de su colegio en Notario, California.
Anthony participó junto con algunos de sus compañeros en las manifestaciones de apoyo a los migrantes y eso le valió una fuerte presión de parte de sus autoridades escolares, se habla de una amenaza en el sentido de que se les había anunciado a él y a sus compañeros de que serían puestos en prisión por apoyar al movimiento de migrantes.
Las autoridades educativas para desmentir y curarse en salud lanzaron la versión de que en caso de tomar una medida contra los estudiantes, ellos sólo podrían perderse de un paseo escolar o del baile de fin de año.
Anthony dejó una nota que obra en poder sus padres, que previó al uso de la escopeta con la que se quitó la vida. Dicho escrito será de gran utilidad para saber cómo los miles de estudiantes de nivel secundaria que asistieron a las marchas han sido objeto de represión en sus colegios.
La represión continuó, empresas racistas despidieron a algunos de sus empleados que participaron en las manifestaciones, y hasta el propio alcalde de Los Ángeles Antonio Villarraigosa, de origen mexicano, sufrió los efectos de las amenazas junto con otros activistas que encabezaron la marcha en pro de los derechos humanos de los migrantes y contra las leyes injustas que se pretenden imponer.
Entretanto, los estudiantes estadounidenses, principalmente los adolescentes de nivel secundaria siguen indignados por la muerte de Anthony, y miles de ellos, están dispuestos a cambiar un baile de fin de año o un paseo escolar por apoyar a sus hermanos migrantes, que a fin de cuentas están viviendo en un país de migrantes, aunque algunos grupos criminales se crean químicamente puros como Hitler lo hiciera en sus tiempos de locura.
Claro que hay alumnos concientes que apoyan un movimiento social tan legítimo como el de los “mojados, ilegales o inmigrantes” que trabajan y hacen un bien a Estados Unidos.
Y si existen esos alumnos por miles, se debe a que hay maestros que también están haciendo su labor de sensibilizar, porque si la educación no nos hace mejores seres humanos, ¿entonces para qué serviría?
Que la muerte de Anthony Soltero no sea en vano.
Año 4 Num. 47 Fecha de publicación: Abril de 2006 |