Para ti: En tu día maestra, en la que diario sueño, a la que diario toco y a la que siempre admiro
Del salón a las urnas
Estamos a menos de cincuenta días de la elección, en la que habremos de decidir cuál es el rumbo de nuestro país, qué queremos y hacia dónde vamos. Nuestro voto hoy más que nunca debe ser razonado, pues de no hacerlo lamentaremos durante un sexenio nuestra irresponsabilidad.
En una elección un voto es decisivo, con un solo voto se gana o se pierde, eso está más que claro y el magisterio nacional no es un voto, somos sin caer en expresiones ligeras millones, sí, millones de votantes que en el ejercicio democrático debemos pensar más de una vez a quién pretendemos llevar al poder.
Si partimos del hecho de que los trabajadores de la educación en el sector público somos más de un millón y medio, entonces estaremos hablando de un ejército de votantes potencialmente envidiable en cualquier proceso electoral.
Pero, ¿quién nos conviene que tome el mando del país para los años venideros en el sexenio 2006-2012?
Esta es una pregunta nada fácil de responder, pues efectivamente, en campañas se nos ha prometido el oro y el moro y nadie, absolutamente nadie ha cumplido al país, menos al magisterio.
Antes de las urnas demos un vistazo a nuestros grupos, a los salones, a nuestros planteles, veamos a los padres de familia de nuestros educandos, revisemos los rostros de cada alumno.
¿Qué expresan, qué necesitan más allá de una lección, de una clase, de un repaso o de un examen escolar, qué les hace falta a esos pequeños seres que han depositado en nuestras manos para ser ciudadanos educados y mexicanos de bien, cómo ayudarles a que construyan y no a que destruyan su futuro?
Y si tiempo nos queda veamos nuestros bolsillos, nuestras carteras, nuestra economía, las de nuestras familias, nuestro hogar. A ver cómo estamos.
Todas estas son simplemente preguntas, pero el profesor y en general el trabajador de la educación no es un ser social ajeno a la problemática de su país, es en todo caso un termómetro, un observador que a diario debe hacer crecer su conciencia para no convertirse en un mueble más del inventario. Un maestro no puede sentirse un ser inanimado.
En este mes de mayo el maestro tiene mucho qué festejar, pero también mucho qué reflexionar, porque los hijos de los mineros, los hijos de los inmigrantes, los niños de San Salvador Atenco, los de Texcoco, también llegan a llorar a las aulas.
Michoacán, Acapulco, Tamaulipas, Jalisco, Sinaloa, Chiapas, Puebla, Veracruz y tantas otras entidades del territorio nacional sometidas por la violencia, también tienen niños que son nuestros alumnos y lloran la ausencia de sus seres en nuestros salones.
Y no es que el maestro deba rasgarse las vestiduras por lo que sucede en el país, no, porque no es nuestra culpa toda esa gran carga de odio y de injusticia social, nosotros somos víctimas no victimarios.
¿Dónde están los que nos prometieron cambios y no cambiaron, los que prometieron respeto a la sociedad y se enriquecieron inexplicablemente de la noche a la mañana, los que abusaron de los niños? Donde estén deben tener su merecido y la única arma con la que el maestro cuenta es con la conciencia y la reflexión.
La Historia del Magisterio, así con mayúsculas, es una historia de lucha, no de pasividad, es una tarea constante por transformar una actitud renovadora y propositiva, es pues una carrera y una profesión que nos exige combatir la injusticia porque sabemos que existe y a diario la vemos.
Por eso el día de las elecciones debemos cumplir cívicamente con la cultura del sufragio, pero antes debemos entender que el magisterio, la educación pública no se lleva con las corrientes conservadoras de derecha, más aún debemos entender que la tendencia privatizadora pretende y así lo ha hecho siempre, desaparecer los derechos sociales de una nación y lo educativo no es la excepción.
Si en la “política política” ya no se distingue entre derecha e izquierda por los bandazos continuos entre los líderes, en la educación sí se ve la diferencia, y descaradamente la derecha, ultraderecha o Yunkes en expresión moderna, nunca han estado ni estarán del lado de magisterio, de la educación para la sociedad o para el pueblo.
El desprecio de los conservadores por la educación es descarado, no tendría porque ser de otra forma, pues para los ideólogos de la derecha mientras menos educación más ganancia para ellos, piensan en números no en la nación ni en la persona, nunca pensarán en el bienestar de un maestro porque lo hermanan con la “chusma”, con los pobres y porque el maestro es enemigo del oscurantismo.
A ellos, a los oscurantistas, la educación pública les es ajena, ven en el profesor a un servidor público al que hay que utilizar y tirar. De ser posible aniquilar.
Por ello y no por otra cosa, hay que pensar y repensar a quién favorecer con nuestro voto.
¡Que nuestra conciencia camine del salón a las urnas!
Año 4 Num. 48 Fecha de publicación: Mayo de 2006 |