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Número:44 | Fecha: Enero 2006
 




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Educación privada y Neoliberalismo salvaje

 

 

José García Sánchez

Las universidades particulares han creado a su alrededor un prestigio basado en la publicidad. Esto no las descalifica por sí mismas sino que las identifica con su origen: el empresariado.

El empresariado en México es uno de los más conservadores del mundo, con un dogmatismo trasnochado en el cual quiere hacer de todas las teorías sociales, económicas y políticas corrientes de pensamiento anacrónicas, por el simple hecho de que ellos así lo determinaron.

Este sector se identifica con el pasado irremediablemente, pero en nombre de la modernidad. Para ellos lo moderno tiene características de la revolución industrial producto del feudalismo; sin embargo, ante la ignorancia que acusa todo dogmatismo aseguran que la lucha de clases quedó en el pasado, a pesar de que ellos la propician.

 

Con base en este contexto, los empresarios de la educación con esa carga de sobreexplotación apoyada por el neoliberalismo salvaje que entienden sólo a la conveniencia de sus intereses, no sólo intenta dar la razón a la desigualdad social como algo inherente al ser humano, sino que se erige como un sector social de avanzada en México.

De esta manera se aglutinan en asociaciones y confederaciones para fortalecerse y hacer de la modernidad una bandera que les caracterice.

 

Para lograrlo se asocian con otro sector ultraconservador que es el clero, el cual tiene una importante injerencia en las federaciones y confederaciones de escuelas particulares en todo México. A pesar de que la población conoce la historia del país y ha sido testigo de que aquí y en el mundo entero es la Iglesia, sobre todo la católica, la que quiere detener todo avance, a la sociedad entre empresarios y clero le quieren llamar modernidad, por ello colocan como punta de lanza y campo de batalla para comprobarlo a la educación particular.

Los rectores (propietarios) de escuelas particulares quieren convencer a la población de que la enseñanza que imparten se caracteriza por su calidad, cuando son ellos mismos quienes califican esa calidad a través de sus asociaciones y grupos.

Habíamos mencionado en este espacio a la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior, A. C. (FIMPES), cuyo padrón de escuelas no llega a cien y está concentrada básicamente en la capital del país; sin embargo, se erigía como la evaluadora de la calidad de la enseñanza de las instituciones que la conforman.

 

Es en FIMPES y otros grupos de empresarios de la educación donde los sacerdotes juegan un papel trascendental en las decisiones adoptadas.

Ante esta situación nadie podría pensar que la educación que se imparte en esas universidades pueden tener que ver algo con la modernidad del pensamiento, del conocimiento, de los métodos pedagógicos. La modernidad para estos grupos consiste en introducir una credencial a una máquina para poder ingresar a las instalaciones; un lugar en el estacionamiento para el automóvil de los alumnos; usar una lap top en lugar de cuaderno de apuntes; una pam en lugar de agenda; el pizarrón es sustituido por una pantalla que muestra imágenes a través del paquete de power point; etcétera.

Es decir, el maestro ya no ve a los ojos del alumno, mientras imparte clase, algunos de sus pupilos están chateando o hablando por celular.

 

Al maestro no se le puede reconocer facultad alguna desde el momento en que los alumnos conocen su salario; un mentor gana por hora menos de lo que gasta cualquiera de sus estudiantes en la cafetería de la escuela, en una sola visita.

El alumno le da “aventones” a sus maestros para que lleguen al metro; cómo pueden creer los estudiantes que un pobre diablo pueda ofrecerles algo interesante en las aulas si en la práctica se demuestra que quien sabe no triunfa; quienes ganan dinero son los que no piensan y carecen de conocimientos como los futbolistas, los boxeadores, las estrellas de telenovelas, los políticos.

Esta es la modernidad que ofrecen las escuelas particulares, que en realidad representan un auténtico retroceso, el cual quieren que el resto de la población adopte como una verdad absoluta, como un mandato divino.

 

Para las universidades particulares el conocimiento tiene fecha de caducidad, aunque ellos mismos retomen pensamiento medieval, que es lo que inspira el liberalismo y consolida el individualismo del neoliberalismo, despojado de toda sustancia humana.

A pesar de que los grandes pensadores, incluso los filósofos clásicos han mostrado verdades que siguen siendo vigentes y de que grandes intelectuales de la actualidad como Jürgen Habermas, Niklas Luhman, Giovanni Sartori, John Rawls, entre otros, recomiendan volver a los clásicos, incluso de la literatura, para comprender mejor la realidad actual e interpretarla con herramientas sólidas, los “ideólogos” del empresariado educativo aseguran que esos pensamientos ya no pueden aplicarse a la realidad porque fueron creados hace mucho tiempo.

Entre estos pensamientos está el marxismo, el cual fue descalificado por decreto por todos estos sectores de la población con la complicidad de los medios de comunicación y el poder político. Invito a los lectores a repasar algunos de los libros de Rosa Luxemburgo o del propio Carlos Marx para que pueda comprobarse —salvo su mejor opinión—, que su pensamiento sigue siendo vigente y la interpretación de ellos sobre la realidad no ha variado.

Sin embargo, se ha generalizado la caducidad de algunos pensamientos a grado tal de negarlos en la propia historia del ser humano y de sustituirlos por dogmas de fe.

 

Ante la necesidad de introyectar este pensamiento decimonónico en la población de México, sin importar su clase social, las universidades particulares se “abrieron” a una clientela más extensa, otorgando becas, medias becas y apoyos a estudiantes de clases sociales menos boyantes —los cuales en realidad son préstamos a mediano plazo con intereses draconianos— las que acostumbran ser sus clientes, no sin antes reprochar al gobierno su falta de visión por no tener espacios para todos los estudiantes y subrayar que en realidad lo que hacen es un servicio social, que va más allá de las estrategias educativas del Estado.

Justificar la explotación, ver como algo natural las diferencias sociales, otorgar razón al más poderoso y no al más sabio, son algunas de las razones de la existencia de esa derecha que parece ahora diluirse políticamente.
Es decir, los empresarios de la educación quieren parecer como benefactores de los mexicanos que fueron rechazados en las escuelas públicas pero quieren algo a cambio.

 

Luego de este favor aparentemente desinteresado, los empresarios de la educación exigen reducción de impuestos, apoyos del gobierno en material y hasta intentan que la seguridad social corra a cargo del gobierno. Como estas canonjías solicitaron otras muchas y presionaron al gobierno mexicano en manos del partido más conservador, el PAN, para recibir provecho, para beneficiarse de todas todas.

Ante esta situación el gobierno federal panista, a través de la Cámara de Senadores propuso darle a organismos autónomos la evaluación de la calidad educativa de las diferentes instituciones de enseñanza.

 

Si esta iniciativa es aprobada por los diputados, las universidades patito serán evaluadas de manera imparcial, lo cual vendría no sólo a debilitar a las asociaciones de escuelas particulares y tal vez desaparecerlas porque sólo cumplían esa misión de asociación en realidad, sino a toda la estructura de instituciones particulares que definitivamente no cumplen con los requisitos básicos de una escuela que pueda llamarse así.

La modernidad como dogma, propuesta a través de la enseñanza por los empresarios de la educación fue el mito que quisieron fortalecer y muchos mexicanos así lo consideraron, pero es necesario que esos padres de familia que ven en las escuelas particulares la única alternativa de educación para sus hijos o en el mejor de los casos, forma de garantizarles empleo una vez que terminen la carrera, piensen mejor en fortalecer las escuelas públicas y evitar así su privatización, antes de que los profesionales del país sean todos unos auténticos analfabetas.

 

Fecha de publicación: Enero de 2006

 


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