Lucha a muerte entre la educación pública y privada
José García Sánchez
La lucha a muerte que existe entre las universidades privadas y las públicas en México no tiene comparación en ninguna parte del mundo.
En cualquier otro país las actividades de unas y otras son adoptadas como complemento y, por si fuera poco, se ayudan mutuamente, a pesar de las diferencias que pueden tener en cuanto a sus patrocinios o creencias religiosas.
Desde su concepción, en México la educación privada surgió como una contraparte de la educación pública y todavía no puede sacudirse esta práctica; es decir, los empresarios, propietarios de escuelas particulares las erigieron para combatir las ideas que se proliferaban en las aulas públicas.
Junto con celebraciones como el Día de las Madres, la enseñanza privada nace para detener el avance de la llamada educación socialista que nunca logró concertarse en México y que sería anunciada en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas en 1939.
Así surgieron un sinnúmero de instituciones que trataron de disgregar el pensamiento impartido en las universidades públicas.
La guerra llegó a tal grado, que en los ochenta se colocaban anuncios en la sección de empleos de los diarios que establecían que era inútil que se presentaran egresados de la UNAM para conseguir alguna oportunidad de trabajo.
Una vez que se rastrearon esas supuestas ofertas de empleo, se comprobó que habían sido colocadas por personal que trabaja en universidades privadas, con el único objetivo de descalificar, dentro del mercado laboral, a las universidades públicas.
Extraña en este caso que, a pesar de que fue la propia UNAM la que descubrió este sabotaje, nunca le dio la difusión debida.
La descomposición de la idea original de la educación se fue desarrollando, a grado tal, que en México existen universidades con capillas propias, donde se oficia misa una vez a la semana para cada grupo.
Actualmente en España, uno de los países con mayor atraso en la eficiencia educativa, existe el conflicto de erradicar la obligatoriedad de la enseñanza religiosa, implantada por el régimen represivo de Francisco Franco, quien a 30 años de haber fallecido sigue imponiendo criterios no sólo conservadores sino propios de la Edad Media.
El adiestramiento de los valores religiosos ha impuesto formas de pensar que fusionan la ética y la moral con la religión obligadamente, haciendo a un lado siglos de pensamiento humanista, entre otros muchos factores, que representan un verdadero atraso en la instrucción académica.
Las escuelas particulares de los sesenta en ciudades como Monterrey, Nuevo León, tenían sus propias reglas y enemigos.
En uno de los colegios más conocidos de esa ciudad se les obligaba a los niños, desde la primaria, a decir “Voy al Juárez”, en lugar de decir: “Voy al baño”.
Ante esta postura belicista de los colegios particulares surge otra necesidad implantada precisamente en Monterrey: la educación privada mercantilista, que busca crear profesionales a la medida de las necesidades de la industria, lo cual limita de manera tajante el pensamiento, la vocación y le otorga a cada manifestación del ser humano una utilidad remunerativa.
Es decir, un pensamiento no tiene valor si no puede alquilarse; un conocimiento carece de importancia si no puede colocarse dentro del mercado de trabajo.
Pero aquí no se detienen en la intención medular de la educación privada en México, su proyecto va más allá y radica en borrar, de manera absoluta, la importancia que tiene la universidad pública, sobre todo, en cuanto a su función como caja de resonancia de la sociedad y conciencia crítica del poder.
De ahí que los empresarios prefieran un egresado de escuelas privadas que tienen amputada su capacidad crítica y vetada su actitud contestataria. De esta manera se crean entes obedientes, sumisos, conformistas y muy infelices.
No es gratuito que las escuelas particulares estén asociadas con la derecha del país, adoptando posturas cada vez más radicalmente conservadoras y sin temor a autoridad alguna, porque ésta les ha permitido todo, sobre todo después del 2000 cuando llega al poder el Partido Acción Nacional.
En México los propietarios de escuelas particulares son ante todo empresarios, en ningún momento han comprometido sus ganancias en algún proyecto educativo o arriesgado en la investigación, a pesar de que ésta puede elevar su estatus como instituciones educativas, dentro y fuera de México.
Esta postura de anteponer su mercantilismo a la actividad educativa se ha mostrado en forma evidente de unos años a la fecha cuando diferentes grupos educativos del país han puesto a la venta sus planteles.
La Universidad del Valle de México en 2000, se fusionó con el consorcio Sylvan Education, actualmente denominado Laureate Education Inc. Este consorcio cuenta a la fecha con 18 universidades convencionales y cuatro escuelas con servicio on line donde atiende a más de 170 mil estudiantes en todo el mundo.
Esto nos habla de una especie de comunicación entre escuelas en diferentes partes del mundo, en primer lugar, para tener un pretexto de aumentar el costo de las colegiaturas ante el proyecto de estudiar en el extranjero, aparentemente con el mismo costo, lo cual no es verdad. Pero otro de los objetivos de esas fusiones consiste en homologar materias, programas de estudios, tiempo en realizar las carreras, etcétera.
Aquí estamos hablando ya de la imposición del pensamiento único que tiene que ver con lo expresado líneas arriba.
Ahora es la Universidad Latinoamericana, la cual se fusionará con el consorcio Carlyle, cuyas actividades con objetivos políticos e ideológicos fueron denunciadas por el cineasta Michael Moore, en su célebre película Fahrenheit 9/11, donde se relaciona a este consorcio, aparentemente educativo, con las familias Bush y Bin Laden.
También se ha puesto al descubierto la vinculación de Carlyle en el libro de Dan Briody, El triángulo de hierro. El mundo secreto del Grupo Carlyle por dentro, editado por la casa Wiley de Nueva Jersey, donde se exponen las relaciones militares y políticas de dicho grupo.
Esta es una muestra más de la carga ideológica y de control social que tienen las escuelas y universidades privadas en México.
Pero la idea de integrarse a consorcios extranjeros parece convertirse en el sueño de todo empresario de la educación en México, de ahí que en los últimos años sus propietarios hayan invertido en infraestructura, mostrando, una vez más, que lo que les interesa son las ganancias y no la educación.
Fecha de publicación: Diciembre de 2005 |